“Cuando era más feliz sin saberlo”

Hoy abrí una carpeta de fotos viejas.

De esas que guardamos como quien guarda cartas de alguien que ya no somos.

Y me vi.

Más joven.

Más desordenada.

Con un peinado cuestionable, ojeras sin corrector, y una risa que no sabía que debía ser trabajada en terapia.

Y me pasó algo raro. No fue solo nostalgia. Fue un golpe seco.

Porque me di cuenta de algo que me dio vergüenza admitir:

era más feliz.

Más ligera.

Más presente.

Y lo fui sin saberlo.

Sin afirmaciones pegadas en el espejo.

Sin diagnósticos emocionales.

Sin una lista de heridas que sanar antes de ser digna de paz.

No me amaba.

No me aceptaba del todo.

No tenía idea de quién era ni a dónde iba.

Pero vivía.

Me permitía estar sin la obligación de explicarme.

Y, paradójicamente, eso me sostenía más que todas las herramientas que tengo ahora.

Hoy tengo nombres para cada dolor.

Sé qué máscara llevo.

Sé de dónde viene mi miedo.

Sé identificar patrones, ciclos, traumas heredados, lunas retrógradas y la agenda emocional de mi niña interior.

Y aún así —a veces— me siento más perdida que nunca.

Porque ahora todo tiene un significado.

Todo hay que observarlo, gestionarlo, liberarlo.

Y a veces lo único que quiero es volver a esa versión de mí que no sabía nada, pero lo sentía todo.

Esa que lloraba sin analizar el llanto.

Que se reía sin pensar si era escapismo o presencia.

Que se enojaba y no se culpaba por no ser “la observadora neutral de su experiencia”.

No me amaba, es cierto.

Pero tampoco me exigía hacerlo cada día para sentirme merecedora de respirar tranquila.

Y no, no cambiaría todo lo que he aprendido.

No reniego de este camino.

Sólo que…

a veces duele ver que en medio de tanto despertar, me olvidé cómo era dormir sin pesadillas.

Tal vez crecer también es eso:

darse cuenta que antes fuimos felices sin saberlo.

Y que ahora, sabiendo tanto, toca aprender a serlo otra vez.

Pero con ternura.

Sin tanta prisa.

Sin querer arreglarnos a cada paso como si estuviéramos defectuosas.

Hoy me vi.

Y por primera vez, no quise volver al pasado.

Solo quise volver a mí.

A esa que, sin saberlo, ya estaba completa.

Sólo que no lo había leído en ningún libro todavía.

Publicaciones Similares

2 comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *