¿Y si yo te dijera que el tema no es solo adelgazar?
Ay, sí. Qué divina te ves en talla 6. Bronceadita, abdominal marcadito, el espejo no te critica, el pantalón te entra sin hacer el típico salto olímpico que uno hace para subir el cierre. Eres fit, poderosa, de revista. El gym te aplaude. La báscula te sonríe. La gente te pregunta que qué estás haciendo y tú te das el lujo de decir: “nada, solo cuido lo que como”. Bravo. En serio. Te aplaudo.
Pero ...
¿Qué pasa si te dijera que esa ensalada no es solo para que te entre el pantalón blanco sin que parezca una empanada mal doblada?
¿Qué pasa si te dijera que el brócoli no es solo para adelgazar, sino para que tus pulmones respiren como Dios manda y no como un ventilador viejo?
¿Qué pasa si te dijera que comer proteína no es moda ni castigo, sino que ayuda a que tus riñones —esos dos mártires que no se quejan pero lo filtran TODO— no se rindan antes de tiempo?
¿Y tu piel? ¿Y tu flora intestinal y vaginal? Sí, porque resulta que también hay bacterias buenas allá abajo, y no todas las infecciones son por “dormir con el pelo mojado”, mi amor.
❤️🔥
Comer bien no es un castigo. Es el acto más revolucionario de amor propio en un mundo que te vende comida procesada con arcoíris en la caja y cáncer en la etiqueta.
¿Quieres estar flaca? Bien.
¿Quieres tener salud? Mejor.
Porque nada más triste que un cuerpo de portada con un sistema nervioso al borde del colapso, una tiroides apagada, un intestino flojo y un alma más vacía que promesa de político en campaña.
Y no me vengan con el cuento de que “todo con moderación”. Hay cosas que no se moderan, se eliminan. Como el azúcar en vena, las gaseosas a las 10 am y las pastillas mágicas para adelgazar que, en mi Colombia natal, resultaron ser veneno para ratas. Literal. VENENO. PARA. RATAS.
🤐
Y la gente se las tomaba con orgullo, con hambre, con urgencia, como si la salud fuera un peaje molesto que hay que saltarse para llegar al cuerpo deseado.
El problema no es que queramos vernos bien.
El problema es que hemos confundido vernos bien con estar bien.
Y no es lo mismo. No, señor. No, señora. No, influencer.
¿Tienes energía?
¿Duermes bien?
¿Se te cae el pelo o los dramas?
¿Vas al baño como una persona civilizada o te has hecho amiga del laxante?
Tu cuerpo no es solo una figura. Es un templo. Un laboratorio. Un vehículo de vida.
Y adivina qué: ni el cuerpo más flaco puede sostener un alma enferma.
Así que hoy, sin filtro, sin edulcorante, sin mentiras de supermercado, te pregunto: ¿Cuáles son tus verdaderas prioridades?